lunes, 26 de julio de 2010

Islandia: zonas norte y oeste

Al igual que en la última entrada, hoy tengo varias acumuladas. Pero en esta ocasión solo son dos días, y además tranquilos.

25 de julio de 2010

Hoy ha sido un día relativamente tranquilo, al menos en lo que se refiere a lugares vistos. La primera actividad del día estaba clara: en Húsavik iba a subir a un barco en busca de ballenas. El recorrido dura unas 3 horas por la bahía, buscando avistarlas y acercarse lo máximo posible. Pero claro, no son animales que salgan a saludar a los barcos que vienen. La ballena más común en la zona, y la que mejor se deja ver es rorcual aliblanco, pero no es muy fotogénico. Saca la cabeza ligeramente para respirar y luego la espalda, pero no se le llega a ver la cola. Así que las fotos más interesantes son de la aleta dorsal.


Puerto de Húsavik


Este es el barco que nos iba a dar una vuelta


Otro barco más en busca de ballenas. Hasta 5 llegué a contar


Por fin una ballena (vimos más, pero a veces estaba muy cerca, otras lejos, otras no me daba tiempo a encuadrar... y esta es de las mejores fotos que conseguí)


Esta era nuestra guía


Volviendo a Húsavik


Lo que sí que he visto mucho son aves marinas. Las gaviotas son grandes y no se movían hasta que el barco casi les pasaba por encima, además de volar muy cerca de nosotros. También había frailecillos, pero son más pequeños y huidizos. Lo gracioso de estos pájaros es verlos volar, tienen unas alas algo cortas y las mueven muy deprisa.



Junto al puerto hay un museo dedicado a las ballenas, y tratan mucho la historia en Islandia, donde su caza era algo muy habitual. También hay esqueletos de distintos tipos. Mucha información es lo que hay, demasiada para ir con prisa.

Así que después de Húsavik he hecho parada en una cascada más, Goðafoss. Esta es muy accesible, se sale de la carretera principal y pocos metros más adelante está el aparcamiento. Y desde ahí hasta la cascada son menos metros aún. Otra vez me encontraba con una cascada caudalosa, de las que viene un río grande y el salto es a lo bestia. Tal vez no tan grande cómo otras, pero no por eso le vamos a quitar mérito.


Goðafoss


A continuación ya he ido a Akureyri, la que llaman la capital del norte. Como ya iba un poco justo de tiempo he ido directo al jardín botánico, un parque de libre acceso en el que hay gran cantidad de plantas y flores, todo debidamente etiquetado (pero con su nombre científico y en islandés). Vale la pena darse una vueltecita. Y volviendo al coche he echado un vistazo a la que creo que es su catedral, una iglesia relativamente grande.


En el jardín botánico de Akureyri








Un edificio junto al que pasé en Akureyri


Una pequeña iglesia y casa a juego


Y una iglesia más grande


Luego ya me iba a dirigir hacia la granja del día (cada vez voy a más grandes, aunque no mejores. Pero esta es la última). No recordaba bien las indicaciones, pensaba que estaba a 100 km de Akureyri, y no, eran 200, así que a seguir avanzando. Y la carretera entre Reykjavik y Akureyri ya no es tan tranquila como al sur o al este, aquí hay mucho más tráfico. También cambian los paisajes, en este tramo me movía entre grandes valles, pero se echaba de menos la espectacularidad.

Y mañana es la última etapa en coche. Tengo que echar un vistazo a lo que ver por el camino. En parte pensaba en adentrarme en la península de Snæfellsnes por una curiosidad literaria: ahí se encuentra el volcán por donde, según Julio Verne, se viaja al centro de la tierra. Pero creo que si el día lo permite lo veré desde muy lejos, estoy cansado ya de coche, y no me apetece hacer casi 200 km extras.


Para acabar, el cielo a las 11 de la noche (unos 45 minutos después de la puesta de sol


26 de julio de 2010

Para empezar, decir que pedazo invento el antifaz de viaje. Estoy tan al norte que casi no hay noche (yo no la he visto, me ha pillado durmiendo). Y algunas habitaciones tienen cortinas insuficientes para tapar toda la luz que entra, así que hay que protegerse de alguna manera.

Con esto decir que he dormido más o menos de un tirón, y he comenzado el día con calma, sin grandes expectativas. Alguna parada por el camino para fotografiar el entorno fue el inicio del viaje.



La zona de paradas programada era en el entorno de Reyholt, un pueblecito pequeño pero con algunas cosas interesantes, como un museo al que no he entrado (la información la he extraído de la guía). Antes de llegar estaban las aguas de Deildartunguhver, un punto de salida de agua hirviendo. Se encuentra fácilmente: allí donde está la gran nube de vapor. Y más allá de Reyholt un par más de cascadas, prácticamente seguidas. Por un lado Hraunfossar, donde el agua sale literalmente de las piedras y cae a lo largo de bastantes metros hacia el río. Pero de ese río antes llegan las aguas que pasan por Barnafoss, cascada donde en una ocasión se mataron unos niños. La cascada no es muy grande, pero entre las dos alturas del río se forman unos rápidos salvajes.


Una pequeña iglesia en Reyholt


También aquí hierve el subsuelo




El agua sale hirviendo del suelo


El vapor en ocasiones no deja ver nada. Y la tubería que traslada ese agua hasta Reykjavik


Una vista general de Hraunfossar


Un detalle de la cascada


Al fondo Barnafoss, y entre medias las aguas en estado salvaje


Barnafoss


Formas caprichosas de la lava soldificada


Desde allí hasta Bogarnes no había mucha distancia, así que fui a comer y ver qué tal. Ahí hay un museo dedicado a los primeros asentamientos de la isla, que es donde tuvieron lugar. Me habría interesado más si fuese exterior, así que no estaba animado a pagar la entrada y he dado una vueltecita para ver otras cosas.


El océano entrando en Bogarnes


La iglesia de la pequeña ciudad


La última parada ha sido en Akranes, pero solo para las vistas desde la costa. Desde ahí se podía intuir la península de Snæfellsnes, que es lo que estaba buscando. Pero ahí ha empezado a llover y no ha parado en toda la tarde. Una vez ahí para llegar a Reykjavik hay dos posibilidades: coger un túnel y pagar un peaje, o dar una vuelta por la carretera 47 haciendo unos 40 km más larga la llegada. Como tenía tiempo de sobras he preferido la segunda opción. Aquí los paisajes volvían a ser espectaculares, pero el tiempo no animaba a parar el coche y sacar la cámara, así que no lo puedo certificar.


Muy al fondo, donde se empieza a perder la silueta se encuentra el volcán Snæfells, donde Julio Verne situó la entrada al centro de la tierra



Y la llegada a la capital no tiene nada que comentar. Aunque era pronto ya era tarde para salir a mirar tiendas o cosas así, y llovía. Así que no he hecho nada especial, estar en el hotel y ahora pelearme con la conexión wi-fi, que me llega poca señal y la pierdo con frecuencia. A ver si puedo acabar la entrada del día, y mañana más.

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