Al visitar este lugar me llevé una gran decepción. No me había informado nada, las conocía de oídas, y creía que valía la pena visitarlas. Comenzamos por el punto más alto, la primera laguna, que hace ya tiempo que se secó. Lo que queda de ella es un arenal con vegetación, igual que una playa, pero sin que viésemos el agua por allí.
Para bajar a las siguientes lagunas confiábamos hacerlo por un camino, una pista, pero no me quedaba claro el estado del camino, ni si estaba reservado por ser un espacio natural, de forma que retrocedimos hasta la carretera, dimos un rodeo, y llegamos a las lagunas.
La decepción vino por la sobreexplotación, por la gran cantidad de construcciones que hay en las orillas, y el volumen de tráfico y de gente. No es un lugar de tranquilidad. Habría ayudado que las lagunas tuviesen más agua, y entonces en las barreras que separan una de otra habría cascadas, pero nos encontramos menos de las que esperábamos. Era un cúmulo de circunstancias que casi me pone de mala leche, pero por suerte, con la cámara a cuestas pude captar los mejores rincones, eliminando de las imágenes los excesos de gente. No tomé nota de los nombres de los lugares, y con el tiempo que hace que estuve, los estoy olvidando, por lo que esta entrada va a ser solo una pequeña colección de fotos.
Aspecto de la primera laguna, completamente seca, y único lugar tranquilo
Otra vista de la laguna, con apariencia de duna de playa
Ya en Ruidera nos encontramos con la cascada más grande de la zona