Pero lo que toca es explicar como ha ido el día. He salido de Manteigas por una carretera llena de cuestas y curvas, como viene siendo habitual en esta zona. Y como no, casi en cualquier zona de aparcamiento paraba y tomaba alguna foto de los paisajes tan espectaculares que me encontraba. Como siempre, las fotos no le hacen homenaje a la realidad, que es mucho mejor.
Vista general de Manteigas, y detrás se aprecia el valle del Zêzere
Linhares
El pueblo de Linhares está cerca de una carretera, pero hay que dejarla para llegar hasta él. Aunque está anunciado como aldea histórica, y siendo un lugar de interés, al llegar allí tenía la sensación de que el tiempo estaba parado, de que los turistas estábamos de más. Estaría bien que tuviese una zona de aparcamiento antes de adentrarse en sus callejuelas empedradas, pero no es así. La primera explanada disponible ya tiene edificios interesantes, y la vista de los coches aparcados lo afean todo.
Se encuentran allí algunas casas arregladas junto a otras abandonadas, también contrastan a veces las antenas en los tejados, pero aun así tiene un encanto especial. Eso sí, es pequeño y se ve rápidamente.
Celorico da Beira
Siguiendo hacia el noreste llegamos a Celorico, otro pueblo similar, también con un castillo coronando el punto más alto, pero más bullicioso. Para empezar, la carretera pasa por el mismo pueblo, y se ha ido extendiendo por los alrededores del casco viejo. Pero paseando con la cámara a cuestas siempre había algún detalle, algún edificio que me llamaba la atención.
Ahí es donde he parado a comer. No he visto muchos restaurantes, pero justo frente al lugar donde había aparcado había uno llamado "Dragão", que si lo menciono es porque estaba muy bien. Es un típico bar-restaurante portugués, de apariencia económica y platos contundentes. Me he cogido una sopa y una carne asada (estaba buena, lástima que bastante seca), y postre. Cuando al pasar por caja me han dicho 8,5€ no me lo creía, me parecía muy poco. No sé si se habrán equivocado, pero he comido bien por casi nada.
Y a las afueras del pueblo se encuentra la necrópolis de São Gens. Hay un cartel en la calle principal, apartado del centro, que indica por donde se llega. Primero se pasa por un tramo que da algo de miedo, unos metros en los que hay varias barracas, vehículos abandonados... Y a la vuelta andaba gente por ahí, me temo que trapicheando con cosas poco recomendables. Era un tramo en el que mejor no parar. Pero siguiendo el camino, la calle sigue, cruza el río Mondego, y ya empezaba a dudar de si me había pasado el sitio de largo cuando he visto un cartel indicando el conjunto arqueológico por una pista, y algo más adelante otro desvío, esta vez a un camino de tierra. Y las ruinas te las encuentras de golpe, no hay nada allí que las señalice ni proteja. Hay una serie de muros, que a mí me ha recordado más a cualquier construcción. Pero sabía que estaba allí por una piedra enorme de granito curiosa. Aunque estas formaciones graníticas son muy frecuentes en toda la sierra.
Conjunto de ruinas de la necrópolis de São Gens
Penedo do Sino
Puente sobre el río Mondego
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