Para llegar allí, desde el puerto de Peniche hay varias compañías que te ofrecen el viaje. En el puerto se encuentran todos los locales, y todo el rato se te acercarán a ofrecerte el viaje. Puede ser conveniente haberlo reservado con anterioridad, aunque nosotros no lo habíamos hecho, y pudimos encontrar un hueco en un barco. No recuerdo exactamente las horas de salida de Peniche o de la isla, pero nos dio tiempo para visitar el lugar tranquilamente, costándonos 20€ ida y vuelta.
Ese día hacía viento, y el mar estaba bastante movido, sobre todo se notaba en cuanto se salía del abrigo de los rompeolas, o nos encaminábamos hacia mar abierto. El viaje fue como una montaña rusa de una hora, subiendo y bajando olas, viendo como el agua golpeaba el barco. Y como revolvía los estómagos. Sufrí bastante el viaje, mareándome y echando todo lo que podía y más. Solo quería llegar, y no alcanzábamos la isla. El viaje habitual en ese barco dijeron que era de 45 minutos, pero el nuestro se alargó a una hora. Hay que llevar cuidado con los móviles y cámaras, porque se pueden mojar, caer... Finalmente conseguimos llegar a tierra firme, y necesité un rato para descansar.
Saliendo de Peniche, se ve el mar algo agitado
He de reconocer que el sufrimiento al final se vio recompensado. La isla es preciosa, ofrece paisajes y paseos encantadores. Aunque también hay que reconocer que no tiene mucho. En el puerto no hay sitio más que para un barco, que está amarrado el tiempo justo para que suba o baje la gente. Allí está lo que seguramente fue un pueblo de pescadores, unas pocas casitas que hoy se ofrecen como alojamiento turístico, y un restaurante. A continuación una zona de acampada, y ya a cierta distancia una fortaleza, que tiene pinta de haber sido también una prisión. No hay árboles, la vegetación es escasa, y gran parte del territorio lo tienen ocupado las gaviotas. Del puerto hacia el suroeste es el camino más transitado, el que llega a la fortaleza en una media hora paseando tranquilamente (allí hay también habitaciones, creo que se usa como albergue, y cafetería donde comer). Hacia el otro lado también hay caminos, perfectos para rutas senderistas, si no fuera porque las gaviotas que allí anidan son muy protectoras del territorio, y es fácil sufrir algún ataque. Por como me encontraba, yo no cogí ese segundo camino, pero sí lo intentaron mis compañeros, y no pudieron caminar mucho.
Una vista del patio del fuerte y el entorno
Interior del fuerte
Roca de la ballena
Aguas cristalinas
A lo lejos, y con el zoom, Peniche
Puente de salida de la fortaleza
Comenzando a subir la montaña, dejando el fuerte atrás
Habitantes de la isla, y al fondo las islas pequeñas
Vista del poblado pesquero
La misma empresa que te lleva hasta la isla suele ofrecer luego un viaje en barca para ver los acantilados y grutas en una vuelta rápida, no dura más de media hora (y de la que nos tocó tengo algo de queja: en una barca quedaba sitio para 2, nosotros éramos 4, y subimos a una segunda barca. Pero al salir de la vista del puerto nos juntaron a todos en una, y nos tocó bajar antes de regresar. En parte nos fue bien para no hacer el viaje de ida y vuelta a la fortaleza, solo lo hicimos en un sentido). Las aguas por allí son cristalinas, invitan a darse un baño, si no fuese porque están bastante frías. No las probé, me han contado.
Una pequeña excursión entre acantilados
Las barcas suelen tener suelo de cristal para ver el fondo
Forte de São João Baptista
Vistas del fuerte y faro
Roca del elefante
El camino de vuelta supuestamente era más tranquilo, pero no lo suficiente, seguía mi estómago revuelto, y no tenía nada que vomitar, pero aún así, me mareé nuevamente.
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