A principios de abril me fui unos días a Menorca, un destino tan cercano y accesible a Barcelona y que nunca había hecho por ir. Mucha gente me había hablado bien, y como me encontraba con una semana disponible, pues decidí que podía ser un buen lugar. Además, en primavera no hacía calor todavía, y la isla no estaría masificada.
Al bajar del avión fui a recoger el coche de alquiler, y a partir de ahí a buscar lugares interesantes. El primero fue Binibeca (o Binibéquer, lo he visto de las dos maneras). Pero sobre todo lo que es la parte vieja. Son una serie de callejuelas muy estrechas, solo se puede acceder caminando, entre casas blancas. En el momento de mi visita no me encontré a nadie más por ahí, por lo que la tranquilidad era total.
Binibeca, antes de adentrarme por sus callejuelas
Un paisaje casi lunar
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