viernes, 2 de octubre de 2015

Isla de Texel

Al norte de Holanda hay un arco de islas, siendo la primera y más grande Texel. Es un destino turístico muy habitual, pero creo que sobre todo a nivel nacional. Y siempre hay excepciones.

El tren llega hasta Den Helder, último pueblo, y de donde sale el ferry hacia la isla. Había decidido pasar la noche allí para poder salir pronto por la mañana. Así que al levantarme desayuné, dejé la maleta, y me fui hasta el puerto. El billete costaba dos euros y medio, y no tarda mucho en llegar. Es transporte frecuente, va gente a pie, en bicicleta, coches, camiones, autobuses... En algún momento me pregunté como podían entrar tantos vehículos como vi salir.

Una vez en la isla, al salir del puerto hay una nave con el dibujo de una bicicleta, que es donde se pueden alquilar. Al igual que en Rotterdam, costaba 10€ al día una bici de frenos de mano. Ésta tenía 7 marchas, supongo que todas de piñones, pero se agradecía la variedad. Aunque el camino era llano casi siempre, hay subidas y bajadas a los diques, viento en contra... Y en este tipo de bicicletas es muy difícil ponerse de pie, es mejor pedalear siempre sentado.

La ruta la hice en sentido antihorario, quería hacer primero la subida al faro, que no creía que fuese a parar mucho, tenía menos interés la costa este, y además es lo que hice con el viento en contra, así que lo difícil primero. Aunque llano, no podía correr mucho, y de vez en cuando paraba a hacer fotos.

Iniciando la ruta

En algunos tramos iba por la parte exterior del dique


La bicicleta de la excursión


Por fin divisaba el faro

Rodeé el faro, encontrándome primero con una gran playa de arena fina, y un mar muy tranquilo. Cuando volvía al aparcamiento pude apreciar las dunas, que ya no son solo de arena, llevan tanto tiempo ahí que están muy cubiertas de vegetación. Prácticamente toda la costa oeste es así, dunas con vegetación.





Paisaje de dunas con vegetación

El camino bordeaba las dunas, y hacía las paradas de rigor para tomar alguna foto. Pero en un punto hay un restaurante y aparcamiento, y tanta gente quería decir algo. Tras subir por unas escaleras la duna o dique había un paisaje precioso por el que ir a pasear un rato.








Y apenas paré más, viendo que se hacía tarde, debía llegar al puerto, coger el ferry, volver al hotel a por la maleta y subirme a un tren hacia Amsterdam. No sé si el billete que compré era ida y vuelta, o es que salir de la isla a pie o en bici es gratuito, pero no vi máquinas expendedoras, taquillas ni nada, y eso que lo busqué.


Un par de tramos en los que el paisaje cambió

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