Tras hacer una larga cola en un mostrador, nos han reservado para un vuelo para mañana (a ver qué tal se presenta el día, pues sigue habiendo fuertes vientos pronosticados), y nos han buscado hotel y un vale para el transporte. Suerte que me había pedido el día libre, y no voy a perder mucho. Al menos el coche de Lisboa a Mérida lo cogeré más descansado.
Y el resumen del día lo voy a acabar pronto, pues ha sido algo breve. La idea era dar un paseo desde el hotel hasta el centro de Funchal, y desde allí subir a Monte con el teleférico, bajar en carrinha, y dar otra vuelta por el centro. Ha habido que ir abreviando algunas cosas, pero eso hemos hecho.
Funchal lo habíamos visto un poco el primer día, de noche. Recorrimos básicamente una calle, donde parece estar todo, y el mercado dos Lavradores. Éste es un mercado de abastos bastante vistoso, con una zona de flores, otra de pescado, y otra más amplia de frutas y verduras. En los puestos te ofrecen para probar los productos, y suelen ir vestidos de forma típica.
La zona de pescadería, vacía en ese momento
Otro rincón muy curioso es la rua Santa Maria, en la que casi todas las puertas están decoradas, pintadas de muy diversas formas. Da para hacer unas cuantas fotos. Pasábamos de noche y probé con el flash, y considero que el resultado fue aceptable por lo general.
La avenida Arriaga parece ser una de las más importantes de la ciudad, donde nos encontramos con algunos de los edificios más interesantes. Pero un día por ser de noche, y hoy al ir iba con un poco de prisa y no he sacado la cámara, y a la vuelta teníamos más prisa todavía, y la hemos hecho en taxi. Así que la jornada fotográfica ha sido muy escasa.
Entrada a la Sé, con decoración navideña
Otro punto interesante suele ser la subida a Monte. Hay un teleférico que sube hasta allí, y lo veo un poco caro: 10€ ida, y 15 ida y vuelta (pero un compañero que quería hacerlo así no ha podido, no sé muy bien por qué). Desde la cabina se va viendo como la ciudad se va empequeñeciendo y ganando altura. Un cuarto de hora después, más o menos, sales a la calle, y te ofrecen una foto que seguramente te hayan hecho al entrar.
Desde el interior del teleférico, se ven los reflejos
Un punto emblemático es la iglesia, un pequeño edificio barroco de fachada blanca y gris, en la parte alta de unas escaleras. Exteriormente es sencilla, y su interior no es muy recargado, aunque el retablo del altar demuestra la época de la que es. También hay la posibilidad de subir al campanario, y tener unas vistas panorámicas del lugar.
Pero el plato fuerte de monte son los carros de cesto, una especie de trineos de mimbre en la que dos porteadores van controlando el descenso por una calle empinada. Puede verse como una atracción un poco cara (30€ para dos personas), pero es una experiencia divertida, de la que he tomado un pequeño vídeo.
Un pequeño vídeo del descenso (con sonido)
Y la visita no ha dado para más. El resto de la jornada ha sido para ir al aeropuerto y esperar, esperar y esperar. En algún momento espero regresar a casa, y entonces sí que podré dar por finalizado el viaje.
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