El primer lugar visitado ha sido el pico Areeiro, el tercer pico más alto de Madeira, superando los 1800 metros. Había que prepararse, pues las condiciones climatológicas eran diferentes: la temperatura era casi 15ºC más baja que en la costa, y corría un fuerte viento frío. Además, veíamos las nubes pasar, de vez en cuando se formaba niebla, otras veces las nubes quedaban atrapadas.
La carretera llega hasta el mismo aparcamiento, donde hay un edificio con tienda, sala de exposiciones y bar. Y a pocos metros, un mirador en la propia cima de la montaña. También hay algunas antenas, pero creo que son militares, así que de poco servían para el uso público. Allí queda admirar el paisaje: imposible describirlo con mi vocabulario, simplemente alucinante.
Desde allí parte una ruta hacia el pico Ruivo, ese sí el más alto. Antes de venir habíamos planificado hacerla, pero mirando una información nos encontramos con que estaba cerrada, y cambiamos los planes. Aunque aparentemente no era muy larga, un total de 14 kilómetros (ida y vuelta), tenía desniveles importantes, dificultándola. En un panel informaban que el problema eran unos desprendimientos cercanos ya al pico Ruivo. Pero no nos hemos resistido y hemos llegado hasta un mirador. No sé cuanto hemos recorrido, pero nos ha costado, así que la ruta completa habría sido bastante más complicada.
Un indicador de la ruta al Pico Ruivo
Vistas desde el pico Areeiro
Una vista donde se aprecia el camino de la ruta
Las nubes se van quedando atrapadas en las cumbres
Al acabar nos hemos encaminado hacia Ribeiro Frio, un pueblecito (si es que se le puede llamar así, no sé como decirlo), donde había leído sobre una levada hacia Balcões. Aparcar no ha sido fácil, más que nada porque no me gusta dejar el coche de cualquier forma, y lo he tenido que estacionar ya en la misma carretera, pues las plazas son demasiado escasas. No era el único.
El camino era muy fácil, un kilómetro y medio llano y ancho, pero eso no le quita belleza. Normalmente entre árboles, en un par de ocasiones es un corte en las rocas, hasta llegar a un mirador que es inimaginable desde el camino por el que paseábamos. Ha sido todo un acierto.
De Ribeiro Frio parte otra ruta, pero tenía carteles de cerrada, supongo que nuevamente por desprendimientos, pero no tenía planes de caminar por ahí. Así que hemos visitado la piscifactoría de truchas que hay allí, pues parece ser un atractivo de la zona, aunque poco me ha aportado, la verdad.
El inicio del camino de Balcões
Vistas desde el mirador al final del camino
Truchas en la piscifactoría
La siguiente parada era en Santana, en busca de los famosos palheiros. Después de tanto paisaje encantador, era un cambio que ha sabido a poco. En el pueblo hay varias casas de este tipo, pequeñas y de un tejado de paja inclinado que llega hasta el suelo. Se ven varias restauradas, que se han habilitado de distintas formas: oficina de turismo, tiendas o incluso un pequeño museo etnográfico.
Interior de uno de los palheiros
Fuera de los palheiros típicos hay una casa con ese mismo estilo, aunque menos vistosa
La noche se nos echaba encima, pero quería ver algo de la punta noreste de la isla. Tras pasar Caniçal hemos buscado un lugar donde parar un momento, y hemos localizado un aparcamiento de una playita de arena. No creo que sea la playa de arena natural de la que había leído, era más bien una cala. El viento soplaba con fuerza, y había poca luz. Las fotos que he intentado hacer ya eran con trípode y larga exposición, en busca de que el mar me quedase como una bruma fantasmal.
La costa de Caniçal
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