miércoles, 19 de septiembre de 2012

Sicilia: monte Pellegrino, Monreale, Segesta y Erice

Por fin he comenzado las vacaciones este año, después de un verano que parecía que no se acababa, y la verdad es que aún sigue haciendo calor, no hay manera de quitárselo de encima. Y como el blog lo utilizo para contar mis viajes y mostrar fotos, entre otras cosas, pues a eso voy.

En esta ocasión el destino es Sicilia, he preferido controlar la economía, y parece que le he cogido el gusto a las islas (Islandia, Manhattan, ahora Sicilia...). No ha pasado nada en la isla que me hiciese preocuparme por el viaje, el gafe que parecía tener ha quedado atrás, tan solo había huelga de transportes públicos en Barcelona, pero tenía quien me acercase al aeropuerto, así que los problemas han quedado atrás.

Pero en realidad el viaje no ha empezado todo lo bien que debiera. No por los desplazamientos, no ha habido ningún problema con ningún avión ni nada, incluso a Palermo hemos llegado con algún minuto de antelación, y la maleta ha salido enseguida. Luego he ido a recoger el coche, y esto sí que ha ido un poco más lento de lo deseado. Y una vez en el coche sí que ha empezado la odisea. Los italianos tienen fama de conducir mal, y he podido comprobarlo in situ. El tramo de autopista ha ido más o menos bien, salvo que aquí parece que desconocen el uso de los intermitentes, y a veces la posición en el carril era dudosa. Pero al llegar a Palermo todo se ha complicado: de dos carriles pintados pueden ir 3 coches en paralelo, adelantar por el arcén… Y es cierto que las motos van como locas. ¿Para qué sirve que yo indique que voy a girar a la derecha? Pues para que me sigan adelantando por ese lado. Poco me ha faltado para llevarme a alguien por medio, y tan solo llevo una tarde. Paciencia. A ver si cuando deje la ciudad se calma la situación.

Otras complicaciones que han surgido han sido una invasión de mosquitos, me he encontrado con 4 o 5 picadas en los brazos (y en las piernas no, pues llevaba pantalón largo), y el calzado no es el más adecuado. ¿A quién se le ocurre ir de viaje a caminar con unas bambas nuevas? Tengo los pies machacados. Suerte que también traigo sandalias y las botas de montaña, que están más trotadas.

De Palermo no voy a poner fotos todavía, pues como es el inicio y final del viaje, lo dejo para cuando haya visto todo lo que haya que ver. Aunque tan solo comentar que todo lo que he leído en varios sitios es cierto: la degradación es enorme (y Portugal tenía muchísimos edificios abandonados, pues aún parece estar mejor que esto), el tráfico horrible, y apenas hay sitio para los peatones. Al menos la sensación siciliana mejoró en el tema paisajístico. Me sorprendió lo que vi desde el avión a la hora de aterrizar, grandes montañas rodeando Palermo.

No hice fotos en ese momento, pero el segundo destino del segundo día ha sido subir a una de esas montañas.  

Monte Pellegrino

 Con más de 600 metros este monte vigila la ciudad de Palermo. Las vistas que hay son bastante espectaculares, aunque los dos miradores que he encontrado no apuntan hacia el centro de la ciudad. Para llegar he tenido suerte del GPS, no he visto indicaciones en ningún sitio. Tras callejear un poco y desesperarme, he conseguido alcanzar los miradores. Allí arriba el civismo parece que se ausentó, está el suelo y las barandillas llenos de pintadas. Al menos durante el trayecto todo está en perfectas condiciones, y a veces incluso paran los coches en medio de la carretera para ver el paisaje (lo que no se vea por aquí con el coche no lo había visto yo nunca).

  

  

  

  
Ya bajando de nuevo hacia Palermo, una parada para fotografiar las vistas desde algo más abajo 

Monreale

La siguiente parada era un lugar imprescindible de visitar. A pocos kilómetros de Palermo está Monreale, cuya catedral es espectacular. La entrada a la iglesia es libre, y precisamente lo más famoso que tiene está ahí, que son sus mosaicos. Todas las paredes tienen escenas bíblicas, y coronando el altar un pantocrátor. Después tiene algunos lugares de pago, que tan solo he visitado los balcones, con una vista sobre el claustro. Puede ser interesante, pero costaba 6€. También había entrada al transepto y museo diocesano por 5€. Por fuera el edificio no me ha aportado nada, también es cierto que no lo he rodeado por completo. Lo mejor es entrar.



También el suelo de la catedral es interesante



El claustro visto desde una pasarela

Entrada a la catedral

Otra entrada, aunque cerrada al público

Segesta

La siguiente parada ya ha supuesto un buen rato de coche, para visitar las ruinas de Segesta. Llegar es fácil, están casi al lado de la salida de la autopista, pero se encuentran bastante aisladas. Básicamente son dos zonas de visita: el templo por un lado, y la acrópolis y teatro por otro. La subida al templo no es muy complicada, y al acabar se encuentra uno con unas enormes columnas. No tienen decoración, son muy simples, aun así sorprenden.

Una vista del templo

Frontal del templo

Alejándose un poco se puede apreciar parte del entorno

Subiendo hacia el teatro se puede apreciar como el templo parece estar en medio de la nada

Llegar al teatro puede complicarse algo más. Puede, si no hay ganas de pagar el autobús que te acerca hasta las ruinas. La subida tampoco es tan larga, tal vez unos 20 minutos yendo con calma. Pero picaba el sol, no hay manera de que se vaya el calor. Una vez arriba me ha encantado la posición en la que está, pues desde las gradas se llega a ver el mar, y por medio unas vistas encantadoras. Pero me ha parecido algo pequeño (el teatro de Mérida me tiene mal acostumbrado). Eso es lo que más me interesaba, y las acrópolis no me ha apetecido verlas, la verdad. Poca espectacularidad comparado con lo demás.

El teatro y sus vistas

Otro punto de vista de las gradas

Erice

Y por último, una visita al pueblo de Erice, casi en la costa occidental de la isla. Llegar ha sido divertido, subiendo por una carretera llena de curvas cerradísimas. Pero la altura que había que alcanzar no permite otro medio. Sí que he visto un teleférico que sube desde Casa Santa, pero te pierdes la diversión. Suerte que por esa carretera casi no había tráfico, porque cruzarse con otros coches no era sencillo. El pueblo es medieval, y por fin me encuentro un lugar sin tráfico. Tiene encanto, aunque hay algunas calles céntricas llenas de tiendas y restaurantes con terrazas, que lo hacen parecer más turístico, aun así me alegro de haber llegado hasta allí.

Castillo de Erice, y sus vistas

Las islas Egadi, al oeste de Sicilia

Un carro decorado



Una calle del pueblo (en otras fotos no tenía buena luz, y no me han convencido)

Las vistas desde lo alto del pueblo, con el sol bajo iluminando

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