Con el tiempo que ha pasado, al visitar el lugar no te haces mucho a la idea de que ahí había una montaña. Es decir, en la zona erosionada ahora hay bosques de castaños principalmente, quedando algunas agujas de color rojizo, lo que denota que el material más abundante eran arcillas.
La visita comenzó en el pequeño pueblo que tiene el nombre del lugar, las Médulas. Allí hay una aula de información donde me dieron un mapa y me indicaron los lugares que valían la pena. Desde allí salí a pie a caminar por la zona que fue excavada, por una ruta que llega a un par de cuevas, la Cuevona y la Encantada. El camino es fácil, y se puede hacer en un tranquilo paseo. Al salir del pueblo hay dos caminos para llegar hasta allí, y me decidí por la izquierda (en su totalidad es un recorrido circular), para ver primero las cuevas.
Algunos trozos de montaña que quedaron en pie
Fotos de las cuevas
Siguiendo el camino me encontré con un cartel indicando que se llegaba al mirador de Orellán, a 900 metros. Una opción era acercarme en coche, pero desde el aparcamiento hasta el mirador eran unos 700 metros, así que como tenía tiempo de sobras, decidí ir a pie desde donde estaba. Un camino sube la montaña entre castaños, para llegar a una pista y encontrarse con el mirador que permite apreciar todo el entorno de las Médulas.
Subiendo entre castaños
Paisaje general de las Médulas
Siguiendo la pista arriba se puede ver el paisaje con el mirador
Vistas al otro lado de la montaña
Parte del canal que utilizaban para transportar el agua
Al llegar nuevamente al pueblo me encaminé hacia el lago Somido, para seguir caminando y ver algo más. Empezaba a estar un poco cansado, y el paisaje en ese tramo ya no era tan espectacular, por lo que lo hice con menos ganas.
Algunas casas de las Médulas
Una parte del lago Somido, algo seco en esa época del año
Las Médulas vistas desde el lago
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